La escultura griega es profundamente

Más allá de las paradojas
Nacimiento: Siempre es de noche
Nacimiento: Declaraciones
Julio César Crivelli
EL AUTOR
Abogado recibido con diploma de honor en la Universidad del Salvador, especialista en temas de Infraestructura y Obra Pública.
Con independencia de esta actividad, mantuvo desde su época universitaria intereses en la mitología y en la historia. Cursó estudios de Mitología e Historia del pensamiento en New York University.
Colaboró con Enrique Pichón Riviere en el desarrollo de Seminarios sobre pensamiento de Hegel y con Roberto Yañez Cortes en trabajos de epistemología.
Actualmente es Consejero Consultivo de COAS y miembro del Comité Ejecutivo de la Fundación Atlas 1853.
Es coleccionista de arte e integra la Comisión Directiva de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes.
Ha publicado numerosos artículos sobre su especialización profesional pero también sobre nuestra cultura en diversos medios, tales como: “El psicoanálisis y el espíritu de occidente”; “Moby Dick: El enigma del sexto día”; “Rescate (a 100 años del mingitorio de Duchamp)”; “Retratos en el Exilio”; “Sakai: Un viaje”.
En noviembre de 2008, presentó en la Biblioteca Nacional “La Huida” su primer libro de poemas.
El psicoanálisis y el espíritu de occidente.
Moby Dick: El enigma del sexto día.
Rescate (a 100 años del mingitorio de Duchamp).
Retratos en el Exilio.
  Sakai: Un viaje.
  Lord Byron
Desierto - Laberinto - Encierro - Exilio
" La Huída"
Libro de poemas / Ediciones del Dock.
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Julio César Crivelli
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Carta Relacionada con la "Pasión y la Mirada"
"Nacimiento: Declaraciones"

Recién ahora me atrevo a contar la historia, habiendo regresado.

A veces no sé si soy yo quien se perdió o si se perdieron los seres que forman mi mundo.

En realidad, es igual.



Yo, Ismael soy creyente.

En mi tierra se puede creer en Alá y en su Profeta, en el Dios sin nombre de la Torah y en Jesús, el Dios crucificado de los griegos.

Yo he creído en los tres, (tres es el número sagrado), sabiendo que sólo hay Uno y que las diferencias son meros lenguajes.

Dios, que así lo llamaré, otorga a los hombres dos dones: la poesía y las matemáticas.

Nosotros, los hombres, nos esforzamos para encontrar distinciones entre ellas, pero son solamente tenues reflejos de la Verdad, que como dije antes, es una y tan lejana…

Pocos son los que reciben alguno de los dones. Yo recibí las matemáticas.

Sin maestros, supe desde siempre la geometría, que reposa oculta en la naturaleza, (esa ilusión que nos sostiene vivos) y adiviné las leyes de los astros y la intimidad del vuelo de las aves.

En mi último ser, hay una esfera transparente, sin objetos, puras relaciones que flotan en mis horas.

A este íntimo mundo lo llamé alma. Allí nada se mueve, todo es quietud, permanencia, reposo.

Todo lo demás se mueve vertiginosamente, cambia la apariencia, cambia la cantidad, cambia.

En cada parpadeo, "lo demás", ya no es como era.

"Lo demás", incluye mi cuerpo y también mi conciencia, que es mi historia.

La Historia.

Con cierta arbitrariedad, no exenta de capricho, persistimos en creer en el ser de las cosas, ( Parménides, Spinoza), atribuyéndoles un alma.

Pero todos sabemos que esta creencia, este ser de las cosas, es solamente una ilusión, un lenguaje, un consuelo que tenemos frente a la locura.

La esfera transparente, el alma, es lo único que permanece inmóvil.

Siempre me he preguntado cuál de los dos soy yo, el que cambia o el que permanece.

Sé perfectamente que se pueden construir dos sistemas diferentes, uno a partir de alma y otro a partir de la "naturaleza."

Un sistema en que todo es la quietud y otro en el que campea el vértigo.

Aceptado el postulado, todo lo que de allí se deriva es "verdadero".

La Verdad no nos ha sido dada. Sólo el significado y la representación.

Todo depende de la fé.

He ahondado estas reflexiones y he advertido que el principio de causa y efecto no existe, salvo en nuestra conciencia. Y que es arbitrario que exista en la ciencia.

En realidad es arbitraria la existencia misma de la naturaleza, puesto que ha sido creada por nuestra conciencia y no tenemos forma de constatar su existencia.

Igual que Dios.

He seguido avanzando.

De acuerdo a este pensamiento, el Dios del Libro es la creación de mi conciencia, que necesita un origen y un destino, una causa y un efecto.

Ese Dios quien ha sido creado a imagen y semejanza del Hombre.

Este es el secreto de la Creación, una ficción del Hombre, un consuelo del alma, para encontrar sentido a la vida y proseguir, inútilmente, la búsqueda de la Verdad.

He concluido en que el verdadero Dios, es puro misterio y no puede ser pensado por mi conciencia, porque ella no puede trascender sus límites.

La Verdad, si existe no nos ha sido dada como posibilidad.



Yo, Ismael, soy creyente.

Creo en el Misterio, sin ningún saber que lo sustente y como sustento de todo el saber.

El Misterio es temor.

Solo la Esperanza calma el temor.

Y creo en la Esperanza, último atisbo de la existencia y de la razón.

Como dije al principio de esta carta, he regresado. Me cuesta decir el lugar del que volví. He vuelto de la prisión, en la que estuve diez años, castigado por el asesinato de una mujer amada.

Sé que mi tiempo termina. La locura se avecina y merodea en mis horas. Muerta mi alma, solamente puedo salvar mi conciencia.
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