Julio César Crivelli
EL AUTOR
Abogado recibido con diploma de honor en la Universidad del Salvador, especialista en temas de Infraestructura y Obra Pública.
Con independencia de esta actividad, mantuvo desde su época universitaria intereses en la mitología y en la historia. Cursó estudios de Mitología e Historia del pensamiento en New York University.
Colaboró con Enrique Pichón Riviere en el desarrollo de Seminarios sobre pensamiento de Hegel y con Roberto Yañez Cortes en trabajos de epistemología.
Actualmente es Consejero Consultivo de COAS y miembro del Comité Ejecutivo de la Fundación Atlas 1853.
Es coleccionista de arte e integra la Comisión Directiva de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes.
Ha publicado numerosos artículos sobre su especialización profesional pero también sobre nuestra cultura en diversos medios, tales como: “El psicoanálisis y el espíritu de occidente”; “Moby Dick: El enigma del sexto día”; “Rescate (a 100 años del mingitorio de Duchamp)”; “Retratos en el Exilio”; “Sakai: Un viaje”.
En noviembre de 2008, presentó en la Biblioteca Nacional “La Huida” su primer libro de poemas.
El psicoanálisis y el espíritu de occidente.
Moby Dick: El enigma del sexto día.
Rescate (a 100 años del mingitorio de Duchamp).
Retratos en el Exilio.
  Sakai: Un viaje.
  Lord Byron
Desierto - Laberinto - Encierro - Exilio
" La Huída"
Libro de poemas / Ediciones del Dock.
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Julio César Crivelli
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"Desierto - Laberinto - Encierro - Exilio"
Estos comentarios surgen, de la grata y profunda impresión que me produjeron, las presentaciones sobre estos mismos temas, desarrollados en la conferencia de la Fundación Proyecto al Sur, el día jueves 11 de junio de 2009.

Desierto, laberinto, encierro y exilio, son términos coimplicantes. Su separación es sólo metodológica y persigue el fin de su comprensión. Nuestra conciencia es tal, que solo puede unir (comprender), aquello que previamente ha separado.
Pero no debe confundirse el acto de separar, (analizar), con el de unir, (saber), pues lo primero es sólo un bastón, un instrumento, ordenado al acto poético insito en la sabiduría.

Sobre esta confusión trata este trabajo.

Desierto
Desierto es lo incalculable.
Anaximandro y Thales se refieren por primera vez a "apeiron", aquello sin límites (pérata), por ello desmesurado, incalculable e innombrable.
El fundamento de los límites, de lo previsible y legal, es la falta de límites. Todo nace de lo desmesurado y en su nacimiento niega la desmesura para poder ser, porque solo es aquello que tiene límites.
Apeirón es la nada, el sustrato del terror primordial y también el terror primordial, que es lo desmesurado bajo la conciencia vigilante.
Apeirón también es Atlas, un Dios de la naturaleza y la fuerza, (Titán), derrotado por los Dioses del Espíritu (Olímpicos), condenado a sostener la Tierra sobre sus hombros.
El desierto - Apeirón es el sustento del logos y de la ley.
Los hebreos, (habiru), nómades sin patria, se convierten en judíos en el desierto.
Allí encuentran su identidad (logos).
Vagan cuarenta años en la duda, entre el becerro de oro y Yahvé Dios. Mientras exista la duda, existirá el desierto.
Es la aparición de la Ley en el Sinaí, la que hace cesar el desierto.
La Ley es el límite, la medida, el número, la identidad que elimina lo desmesurado.
Sin límites no hay libertad. Canta el alma que encontró la Ley.
Pero el desierto acecha siempre a Israel. Basta con infringir la Ley, para que el desmesurado terror del desierto se presente de nuevo, amenazando la identidad con la locura (exilio).

Laberinto
Los griegos encontraron en el mito y en la ciencia el fuego para iluminar lo desmesurado, el desierto - apeiron.
Si tenemos símbolos y calculamos razones, podremos iluminar la noche, piensan antes de Sócrates, en Efesos y en Mileto.
Paradójicamente, el fuego del intelecto les fue entregado por un Dios traidor, cuya cualidad de "ver desde antes" (Pro-methis), lo condenó a permanecer atado a una roca a perpetuidad. (Roca, tierra, deseos terrenales).
Porque el fuego del intelecto, tan distinto de la iluminación del espíritu, sólo puede construir un conocimiento limitado, un conocimiento sin sabiduría, un laberinto sujeto al deseo y por ello condenado por los Dioses.
El Laberinto, prodigio de la ingeniería de Dédalo, se construye para ocultar y contener a un monstruo vergonzante, un cuerpo de hombre dominado por la cabeza de un toro, el producto del amor desenfrenado de la reina con una bestia, el símbolo de los deseos exaltados.
El Laberinto contiene, (oculta) al Minotauro, como el intelecto contiene, (oculta) al deseo exaltado.
El intelecto, (laberinto), es inútil para la sabiduría, porque está manchado de vanidad, de deseos exaltados y reprimidos que le impiden volar.
Del laberinto, (ciencia pura, intelecto vano), se sale por arriba, volando hacia el espíritu. (Marechal).
En el sexto día de la Creación, Yahvé Dios otorgó a Adán la potestad de nombrar a todos los seres de la naturaleza.
Era la fundación de la ciencia.
Sólo quedó prohibido a Adán pronunciar el sagrado nombre de Dios, porque el acto de nombrar equivale al de dominar.
Pero poco después, la serpiente que habla, (intelecto dominado por el deseo animal), convence a Adán de que ejecutando sus deseos terrenales, (manzana, tierra, mujer, sexo), podrá ser igual a Dios. (Luz, sabiduría).
Es el destino de la soberbia del intelecto y de la ciencia, (serpiente), que confunde vanidosamente al hombre, que creyendo elevarse a la sabiduría, se precipita a la Caída, en el deseo animal que acecha en el subconsciente.
Desierto, Apeirón, Laberinto, Intelecto, Serpiente, Minotauro, Ciencia, Ley, Luz, Relámpago, Sabiduría.
Los términos cíclicos de la evolución de la cultura, del irrefrenable deseo de horadar el muro impenetrable del origen y del destino.
Una lucha desigual, perdida de antemano, apasionante, heroica, profundamente humana.

Encierro
Rómulo aró la tierra latina describiendo una amplia circunferencia, que en su idioma se llamaba "Mundus".
Era el perímetro sagrado de la ciudad resguardado por el Dios Término.
(Para preservar la sacralidad del límite, Rómulo debe matar a su hermano Remo, que se burla saltando sobre el Mundus trazado por el arado).
El perímetro sagrado evita el terror a lo inasible, a lo desmesurado, a lo que está fuera de los límites (pérata).
El encierro apacigua. Dentro del Mundus está la ciudad que posee una Ley que dirige la vida y la vuelve previsible.
Sólo en el encierro - cívitas - hay Ley. Fuera del encierro rige el terror primordial.
Pero el encierro ahoga. Es necesaria la infracción, el desequilibrio, el malestar para que se produzca el cambio y la evolución.
"Toda acción es delito" dice Nietzsche. Y Borges: "Dejé la inacción que es la locura".
Todo cambio nace en la infracción.
La cultura es el tránsito santificante que convierte al delito en Ley.
Pero antes del cambio, durante el tránsito heroico de la cultura, muchos delincuentes deberán ser castigados.
La pena por asaltar la fortaleza de la Ley es el exilio.

Exilio
"No hallarás otra tierra ni otra mar
La ciudad irá en ti siempre.
Volverás a las mismas calles.
(...) Pues la ciudad es siempre la misma.
Otra no busques - no la hay - ni caminos, ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste la has destruido en toda la
Tierra."

(Konstantin Kavafis "La ciudad")
Entre los antiguos el exilio era la más dura de las penas.
Condenado a morir fuera de la patria, el exilado será enterrado en tierra extranjera y jamás podrá descansar. Sólo los enterrados en la patria tienen paz, olvido y perdón.
El suelo de la patria, es aquel en el que los hijos yacen .Es suelo sagrado.
Es la madre tierra, adonde seremos sepultados, como semillas que fecundan el suelo, para que nazcan los hijos que están por venir.
Es el mito de la inmortalidad. Quebrar este cíclico destino es el propósito del exilio.
¿Hemos cambiado mucho desde la antigüedad?
Creo, que solamente hemos reemplazado una mitología poética, por una mitología crítica.- Las emociones y los contenidos, que están detrás de los símbolos, siguen siendo los mismos, tan insondables como entonces, tan oscuros, tan desconocidos.
Desde siempre y para siempre, el exilio pretenderá anticipar la muerte del espíritu, aniquilando la esperanza.
Pero el exilio se puede producir en el alma, sin ausencia física. En esos casos, el exilio es la oscuridad antes del logos, la confusión antes del arte, el desorden anterior al poema.
Buscando entre los papeles, encontré una carta de alguien que está en el exilio. Es sorprendente que no mencione en ninguna parte esa circunstancia.


Carta desde el exilio:
"Escribo desde la noche. Desde el silencio.
Busco las palabras en el ensueño, que separa un tiempo de otro tiempo.
Hay una larga estepa negra, antes del amanecer. Olvidar. Olvidarse.
Refugio del alma sin presente, en las flores del invierno, en el amor lejano.
Tu voz se ha perdido en mil rayos de luz. (Late el apremio de la muerte.).
En los sueños, abandono las horas y las distancias.
Sueño que te veo, querida imagen móvil, gesto tenue flotando en el viento.
Cuando casi huelo tu cuerpo, me alcanza la vigilia, despiadadamente.
Sólo me queda buscarte en el horizonte de hoy. Ponerte un nombre.
Cómo nombrar lo inasible, lo que transcurre detrás de nuestra conciencia y mirando detrás de cada mirada, inalcanzable, nos gobierna.
Extrañado, en un espacio ajeno, en un tiempo suspendido, vivo en un remanso.
Siento que de aquí no se vuelve. Nada ni nadie, puede evitar la tracción del infierno.
El miedo acecha, enloquece.
En esas tinieblas, nacen las imágenes. Allí, nada se distingue.
Las palabras, pura vaguedad, corren el riesgo de perderse en el aire.
Cuando todo se ha detenido, irrumpe la creación en la agonía del ser, casi por milagro.
Por milagro nace, entre el silencio y el fragor, el día y la noche, el sol y la luna.
La vida y la muerte.
Es un rayo que ilumina, un estallido, es el alumbramiento de un espíritu que nos eleva al cielo.
Nosotros perplejos, aturdido el entendimiento, sólo por un instante, contemplamos sin comprender, la inmensidad de la sabiduría de Dios."


El desterrado es una pena en el alma. Pero puede volver. El retorno, requiere un acto de generosidad que integre, que acepte lo inaceptable. Un salto del espíritu que perdone, la visión de una estrella lejana, que marque el rumbo.
En la obra poética, igual que en la vida, hay siempre esfuerzo, tragedia.
Pero - igual que en la vida- hay una pasión por seguir viviendo. Una búsqueda, que expresa desesperadamente la necesidad de decir, de mostrar el camino.
Mostrar el camino, es el sino de la creación.
Para los argentinos de hoy, la noción de exilio trasciende la historia y es un homenaje a todos los que injustamente debieron partir, en cualquier tiempo. A los que pudieron volver y también a los que quedaron allá, extrañados para siempre.
Y también para aquellos que quedamos en la Patria y sufrimos el exilio en el encierro.
El recuerdo del exilio es un índice: señala a nuestra Argentina quebrada, que no consigue volver de su destierro, que permanece en el odio, en la marginalidad y el dolor, con una cultura indiferente, que se entretiene con los juegos insignificantes y la tontería cruel de la venganza.
Sin embargo, lo más trascendente es la vocación de dialogar sobre esto, como personas de razón, con la conciencia de que ni el desierto, ni los laberintos, ni el encierro nos devolverán la libertad perdida.
Solamente un acto de perdón, de nosotros hacia nosotros, podrá hacernos regresar del exilio.
Creo que esa es la contribución que hizo la mesa de diálogo de Proyecto al Sur.
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